Abuelitud
Prof. Dr. Hugo R. Valderrama
En las relaciones familiares intergeneracionales, la abuelitud es un aspecto poco estudiado pero de especial relevancia, ya que debido a los cambios demográficos, y a la mayor esperanza de vida, los niños/as y jóvenes tienen mayor posibilidad de conocer y convivir con sus abuelos. De hecho es cada vez más habitual la familia de tres e incluso cuatro generaciones.
El análisis de las relaciones entre abuelos y nietos confirma la idea de que están condicionadas por las relaciones previas existentes entre la primera generación y la de los padres/madres. En general los abuelos/as son percibidos de forma positiva. Existen distintos modelos de ejercer la abuelitud: distante, pasivo, activo.
El mundo envejece y la familia cambia y hace frente a esa situación, ya que es la familia la que habitualmente cuida y atiende en el propio domicilio a las personas ancianas, enfermas y discapacitadas. Esta situación se vive con frecuencia como un problema, debido a la exigencia progresiva vinculada a las situaciones de cuidado informal.
Las investigaciones recientes ponen de manifiesto que en la atención, por parte de la familia, a personas dependientes y frágiles están presentes y se explicitan con fuerza lazos de solidaridad, sentimientos de afecto, cariño, y deseo de mantener a la persona dependiente en el hogar y, en general, se rechaza de forma explícita la institucionalización, salvo en casos de fuerza mayor.
Una familia que apoya al paciente geriátrico en su atención, y lo hace sentir parte activa del núcleo brindándole afecto, es una familia positiva por excelencia.
Dentro de la propia red familiar existen otras relaciones que son recíprocas, la familia ayuda al anciano, y el anciano ayuda a la familia. Cuando no existe esta reciprocidad, algunas familias se plantean dejar de responsabilizarse del cuidado del anciano y que sea asumido por una institución sanitaria.
A menudo los factores claves más influyentes en esas relaciones recíprocas son la capacidad física y económica del anciano. A medida que el estado de salud, las actividades de la vida diaria y las capacidades funcionales del anciano empeoran, les resultará más difícil mantener esa reciprocidad con la familia. Las relaciones entre el anciano, sus hijos y nietos pasan por dos etapas fundamentalmente, la primera es cuando el anciano es independiente y no tiene problemas de salud, se dedica a ayudar a los hijos y cuidar a los nietos. La segunda etapa se inicia cuando comienzan los primeros problemas de salud, se invierten las relaciones familiares.