Psicoterapia en la vejez
Contrariamente a la catastrófica sentencia de Freud (después cambiada por él mismo), que afirmaba que después de los cuarenta años de edad las estructuras psicológicas se rigidizan y ya no es posible cambiar, los estudios de resultados confirman que la psicoterapia es efectiva en edades superiores a los 65 años.
De acuerdo con Belsky (2001), existen dos conocidas psicoterapias aplicables a personas de cualquier edad, cuyo uso principal es para la vejez: el planteamiento cognitivo conductista y el psicoanalítico. La terapia cognitiva es básicamente respetuosa con la edad: la fase de la vida en que el individuo se encuentre es irrelevante para comprender y cambiar las conductas. Las personas pueden cambiar en cualquier momento de su vida.
La terapia en los ancianos tiene un aspecto específicamente psicológico y otro social. Estos dos aspectos están íntimamente relacionados y, como todo lo que tiene que ver con la diferencia y la marginalidad, los patrones culturales ejercen un peso determinante.
El hecho —fácil de constatar a primera vista—de la desvalorización cultural de los últimos años de la vida del ser humano, coloca inmediatamente a los ancianos en una posición de minusvalía, lo cual genera los consabidos sentimientos de pérdida de la autoestima, la depresión, el aislamiento y otros.
El objetivo central de la psicoterapia geriátrica es que el paciente actualice sus potencialidades de tal modo que logre darle a su vida un sentido más completo y digno. En general se tiende a obtener cambios en los sentimientos, los pensamientos y los actos, en el sentido de mejorar las relaciones con los otros (desarrollo de habilidades de contacto), disminuir las tensiones de origen biológico o cultural, lograr satisfacciones y aumentar la productividad.
De lograrse estas metas, aún en pequeña escala, aparece una vivencia reconfortante que favorece los sentimientos de autoestima y dignidad. Este objetivo de la psicoterapia — la recuperación de la autoestima del mayor y la perspectiva de que se sienta aceptado por la sociedad a la cual contribuyó con hijos y con trabajo—desafortunadamente no se ha logrado en su totalidad, muy posiblemente debido a que nuestra cultura, en la cual el dinero y el poder son los valores fundamentales, no ha utilizado las potencialidades implícitas en la etapa final de la vida como la experiencia, las diversas capacidades y conocimientos, la reflexión, el saber, la ecuanimidad.
Aspectos importantes a considerar:
- Los aspectos psíquicos del envejecer inciden en el orden físico, y un mal envejecer, desde el punto de vista emocional, favorece el aceleramiento del deterioro, el desencadenamiento de patologías orgánicas y facilita el poder destructivo del maltrato social.
- Parte del trabajo preventivo para evitar un mal envejecimiento radica en crear espacios en los cuales las personas en distintos estadios de envejecimiento puedan reflexionar, concientizar e intercambiar impresiones sobre cómo les afectan los duelos, la viudez, la jubilación, la sexualidad, las angustias, la muerte. Estos temas requieren un espacio de escucha a fin de revisar la posición personal frente a estos avatares del envejecer.
- Para realizar una tarea preventiva eficaz es necesario crear las condiciones para que el sujeto pueda sostener o retomar el trabajo psíquico como motor del trabajo físico y del enlace social y recíprocamente. Resulta indispensable que la psicogerontología se integre a los equipos preventivos e incluso intervenga en el diseño de políticas para este sector.
- El psicoterapeuta o psicólogo que trata a los ancianos no debe conformarse con aportar un diagnóstico acerca de los diversos modos de deprimirse o demencias en la vejez. Es necesario que dé cuenta de las razones que llevan a un sujeto a estas circunstancias y de lo que se puede hacer para afrontarlas.
- En síntesis, debe aportar si quiere contribuir a hacer más eficaz la tarea preventiva e insistir en que hay factores de riesgo psíquico que llevan a un mal envejecer.
- Para concluir, cabe mencionar que a esta edad la gente suele ser más receptiva, dispuesta a contar su historia, su manera de ser y de pensar; es como si la persona necesitará establecer contacto, aprovechando la oportunidad de poder hablar. Resulta emotivo observar el agradecimiento que sienten cuando hay alguien que las escucha por primera vez. Se trata entonces de dar voz a las personas que rara vez son escuchadas y, en ese proceso, ayudar a comprender a la vejez como realmente se vive.
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