Vejez activa
La palabra ‘activo’ quiere referir una implicación continua en cuestiones sociales, económicas, espirituales, culturales y cívicas, no sólo la capacidad para estar físicamente activo.
Las personas mayores que estén enfermas o tengan limitaciones físicas como consecuencia de discapacidades pueden seguir colaborando activamente con sus familias, sus semejantes, en el ámbito comunitario y nacional.
Se trata de promover el máximo de autonomía en el adulto mayor, es decir, potenciar la propia capacidad para controlar, afrontar y tomar decisiones sobre la vida diaria.
En el fondo, salir de la soledad de las personas mayores, como ya mencionamos en módulos anteriores, se puede lograr provocando en ella intereses para mantenerse activos.
Según la etimología latina, estar interesado significa estar dentro. Decir que uno ‘se interesa’ por una persona, por una cosa o por un acontecimiento, es hacer referencia a una determinada calidad de presencia por la que se suprime todo distanciamiento para considerar desde el interior el objeto de atención.
Estar interesado es esencialmente un estado de espíritu, una manera de situarse en relación con el mundo. Al interesarse, la persona de edad da el paso interior que la acerca a los suyos y a la vida de los mismos, da el paso de estar en este mundo, en el interior de la corriente vital de aquellos que los habitan. Procediendo así, el anciano escapa a la vez del tedio y de la soledad. En este sentido, el interés por la soledad de los ancianos puede producir el interés de los ancianos por personas y cosas que favorezcan la vida significativa.
Pero por encima de todas las posibilidades y ayudas al mayor que se siente solo, el anciano tiene una tarea que hacer consigo mismo: la de creer que lo que más vale no es lo que hace, sino que, su aparente pasividad e inutilidad puede convertirse en un verdadero valor: ser capaz de ser testigo de los valores humanos para las personas que le rodean.
Cultivar los valores de actitud o de pasividad, conjugar el verbo amar y el verbo cuidar en pasiva, dejarse querer, puede constituir un reto para la persona mayor que, desde la soledad sigue construyendo una sociedad más basada en el amor que en el eficientismo, más en el ser que en el hacer.
Mostrar que vale la pena ser conscientes de las motivaciones por las que se hacen las cosas constituye también una buena lección que los ancianos pueden aportar a la sociedad. Ellos, de hecho, se adhieren con más dificultad a cuanto esté fuera de contexto o sin un claro significado.
Probablemente en la actualidad, cambiar las creencias y la mentalidad de las personas que ya han pasado la barrera de los 65 años no es fácil, por no decir bastante improbable, ya que los hábitos de vida están firmemente consolidados. Sin embargo, desde el campo de la Psicogerontología estamos a tiempo de poder intervenir sobre las futuras generaciones de mayores, preparándoles para cuando lleguen a esta etapa de la vida, contribuyendo a desterrar prejuicios y falsas concepciones, ayudándoles a planificar una vejez activa y exitosa.
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