Articulo

Viejos o Antiguos… La importancia del voto en la adultez mayor

En nuestro crecimiento y desarrollo, la sociedad va teniendo expectativas respecto de los roles que nos toca cumplir en cada etapa, como el de estudiante, trabajador, hijo, padre, etc. Pero el rol que les corresponde desarrollar a las personas cuando se llega a la ancianidad es uno de los temas que aún no tiene respuesta. Parece que a medida que pasan los años la vida permite elegir si queremos ser antiguos o simplemente viejos. Viejos son los trapos…Antiguo es lo que incrementa su valor con el paso del tiempo.

La antigüedad sólo se da en aquellos que entienden que el paso de los años jerarquiza al ser humano, que le da más valor aún, porque en ellos se concentra la experiencia que la juventud no tiene y en algunos casos, la sabiduría. Pero además, para no ser viejos a la vista de uno mismo, de la familia, de la sociedad y de los que nos gobiernan o aspiran a gobernarnos, debemos mantener intacta nuestra condición de ciudadanos. Este concepto es básico para respetarnos y ser respetados, y en una sociedad que desea vivir en democracia, con equidad y justicia social, el ejercer el derecho al voto hasta nuestra muerte, es un avance inicial para que nuestros conciudadanos y quienes gobiernan consideren a las personas mayores como sus pares.

Pareciera ser que los humanos se vuelven viejos a los 70, como si se transformaran en enfermos escleróticos y por eso, el Estado los libera de la obligación del sufragio, cuando en realidad, la gran masa de adultos mayores está en su plenitud intelectual y de madurez cívica, por el conocimiento de nuestra historia de aciertos y fracasos políticos y por la experiencia de vida acumulada a lo largo de los años.

Es tan grande la pérdida del autoconcepto y de la autoestima de muchos mayores, que padeciendo las penurias de la pobreza que les impone el llamado sistema jubilatorio, que en vez de participar activamente, se plantean excusas el día del sufragio para no emitir el voto…Y para qué, si nada va a cambiar…Yo ya voté demasiadas veces…A quién le importa mi voto… etc.

Consecuencia de lo expuesto es que los mayores no son visualizados como clientes electorales por los partidos políticos y, en la mayoría de los programas de gobierno, ni siquiera se analiza la problemática de la ancianidad como un tema a tratar seriamente, a pesar de que en nuestro país suman más de 5.000.000 de almas. Así, progresivamente, un alto porcentaje de envejecientes va perdiendo la imagen de ciudadanos para transformarse en viejos, en la lamentablemente llamada clase pasiva(los que ya pasaron, ya fueron y que entonces no pueden amar, sólo subsisten, se enferman, enloquecen y mueren…) Las quejas justificadas se escuchan en algunos, otros están tan abatidos que ya no se quejan y el descreimiento de la mayoría, no les permite ver el camino a seguir.

El gran problema de fondo no va a ser solucionado por un hombre solamente o por un partido político, porque el centro de la solución está en cada persona mayor, en la postura que adopte como individuo y como integrante de un inmenso grupo atareo en explosiva expansión en nuestro país y en el mundo. Si todos los envejecientes se constituyen en ciudadanos mayores, no sólo de derecho sino de echo, se van a hacer visibles, y los que por la decisión de la mayoría nos gobiernan, van a tener que encontrar los caminos que correspondan para que ser anciano no continúe siendo sinónimo de ser viejo, pobre y enfermo. Si los millones de mayores en nuestro país se reinsertan socialmente, los roles a cumplir surgirán como consecuencia, porque entre ellos y los jóvenes van a necesitarse y entonces se darán los proyectos en común entre generaciones.

El asignarles como único el rol de “abuelos” no alcanza, llama a error, e inclusive en muchos casos, a la desvalorización y no representa el único y verdadero potencial de los humanos que transitan la tercera edad… Los adultos mayores y la sociedad se deben definiciones, análisis compartidos y proyectos. La participación ciudadana sin límites de edad es el inicio para que se planteen, generen y exijan.

Dr. Hugo Valderrama